Posted on 28 mayo, 2017
Por si te perdiste el anterior capítulo de Foto expedición Orinoco puedes leerlo en Orinoco 6, hacia el Orinoco.
En el anterior capítulo dejamos el río Bita y entramos en el río Orinoco, pero ello no me había preparado para lo que vería después. Llegamos al sector que llaman la Piedras de Botero.
Piedras de botero 1, del álbum Orinoco, originalmente cargada por Luis Alejandro Bernal Romero, Aztlek.
Son un conjunto de piedras talladas por el río de tal forma que recuerdan a las pinturas de famoso pintor colombiano Fernando Botero, son como “gorditas”. Lo cierto es que es una de las manifestaciones del escudo guayanes. Son antiquísimas formaciones moldeadas por el río.
— Es mi forma de obrar, con fuerza y paciencia, pero no con violencia, así doy forma — me decía el Orinoco con su voz de agua, arena y viento.
Estas formaciones recuerdan un poco a Caño Cristales, y no es casualidad por que también ese río es parte del escudo guayanés.
Piedras de botero y canoa, del álbum Orinoco, originalmente cargada por Luis Alejandro Bernal Romero, Aztlek.
Después de llegar en la canoa (no la de la fotografía por cierto), caminamos por un pasillo de arena flanqueado por éstas grandiosas piedras.
Piedras de botero 2, del álbum Orinoco, originalmente cargada por Luis Alejandro Bernal Romero, Aztlek.
Subimos a las piedras que nos revelaron un paisaje único.
Piedras de botero 3, del álbum Orinoco, originalmente cargada por Luis Alejandro Bernal Romero, Aztlek.
Y a solo unos pocos metros una vista distinta e impresionante.
Piedras de botero 4, del álbum Orinoco, originalmente cargada por Luis Alejandro Bernal Romero, Aztlek.
— ¿Entiendes lo que significan esta formaciones? — decía el Orinoco con su voz profunda de agua.
Y en sólo otros dos metros y un ligero cambio de ángulo.
Piedras de botero 5, del álbum Orinoco, originalmente cargada por Luis Alejandro Bernal Romero, Aztlek.
— ¿Entiendes? — seguía insistiendo el río con su voz de arena.
Un poquito más adelante.
Piedras de botero 6, del álbum Orinoco, originalmente cargada por Luis Alejandro Bernal Romero, Aztlek.
— ¿Qué debo entender? — repetía yo en voz baja.
Otro poquito más adelante.
Piedras de botero 7, del álbum Orinoco, originalmente cargada por Luis Alejandro Bernal Romero, Aztlek.
¿Cuál es el misterio que habita en el río y que se manifiesta en estas piedras?
Piedras de botero 8, del álbum Orinoco, originalmente cargada por Luis Alejandro Bernal Romero, Aztlek.
Si uno se asoma a los huecos dejados por el río.
Pequeña planta escondida, del álbum Orinoco, originalmente cargada por Luis Alejandro Bernal Romero, Aztlek.
Una pequeña planta escondiéndose del abrazador calor.
Subiendo unos grados la cámara.
Piedras de botero 9, del álbum Orinoco, originalmente cargada por Luis Alejandro Bernal Romero, Aztlek.
Un poco más allá.
Piedras de botero 10, del álbum Orinoco, originalmente cargada por Luis Alejandro Bernal Romero, Aztlek.
Y más.
Piedras de botero 11, del álbum Orinoco, originalmente cargada por Luis Alejandro Bernal Romero, Aztlek.
— ¿Mi belleza, en que radica? — decía profundo el Orinoco con su voz de viento.
— ¿En que radica? En sus curvas, en la fluidez del paisaje — pensaba yo — ¡eso es lo que hay que fotografiar!
Piedras de botero 12, del álbum Orinoco, originalmente cargada por Luis Alejandro Bernal Romero, Aztlek.
Pero no eramos los únicos sobre esta paisaje.
Golondrinas perezosas 1, del álbum Orinoco, originalmente cargada por Luis Alejandro Bernal Romero, Aztlek.
Parecían estar descansando.
— Amigas descansemos de este absurdo calor en estas hermosas piedras.
— Si tienes razón, ya estamos cansadas de volar detrás de los insectos, descansemos — decían perezosas las golondrinas.
Pero el río no descansa, sigue dándome paisajes, casi obligándome a que le haga fotografías.
Piedras de botero 13, del álbum Orinoco, originalmente cargada por Luis Alejandro Bernal Romero, Aztlek.
— No te puedes perder ni una parte de mi si quieres sumergirte en mi misterio — decía el río Orinoco.
Piedras de botero 14, del álbum Orinoco, originalmente cargada por Luis Alejandro Bernal Romero, Aztlek.
Y mientras tanto una pareja descansaba y charlaba bajo el sol.
Dos piguas charlando, del álbum Orinoco, originalmente cargada por Luis Alejandro Bernal Romero, Aztlek.
— Son esos monos extraños de los que nos avisó el río Bita — decía una de las dos piguas
— No les prestes atención, no son peligrosos, más bien descansemos del calor mientras pensamos como conseguir alimento para nuestros bebés — afirmaba la otra pigua.
Mientras tanto el río mostraba más.
Rocas en agua, del álbum Orinoco, originalmente cargada por Luis Alejandro Bernal Romero, Aztlek.
— ¿Cuál es mi esencia? — me decía el río.
Y yo no pude sino quedarme pensando sobre ello montado en la canoa con la cámara en la mano y exhausto por el esfuerzo de entender. ¿Entendería más adelante en la isla Santa Elena esos enigmas?
Pues eso te lo contaré en el siguiente capítulo.
Siguiente capítulo Orinoco 8, la isla Santa Elena.
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Posted on 26 mayo, 2017
Por si te perdiste el anterior capítulo de Foto expedición Orinoco puedes leerlo en Orinoco 4, río Bita.
Este día si nos levantamos temprano. Cuando se duerme en carpa es imposible desconectarse de los ritmos de la naturaleza. El bosque despertó temprano y los ruidos de la noche cambiaron por los del día bastante sonoramente, y tarde o temprano las carpas comenzarían a calentarse, así que salimos a la naturaleza. Para ver lo siguiente.
Amanecer en el río Bita, del album Orinoco, originalmente cargada por Luis Alejandro Bernal Romero, Aztlek.
Luego abordamos esa canoa del amanecer y fuimos a pescar
En el camino, tanto de ida como de venida, se presentaron unos gansos del Orinoco.
Pato carretero, del album Orinoco, originalmente cargada por Luis Alejandro Bernal Romero, Aztlek.
Lamento decir que estas hermosas aves están en estado “casi amenazada”. Y tal vez el estado deba ser mayor que eso puesto que en una foto-expedición reciente al río Guaviare no vi ni uno y los lugareños me contaron que hace muchas décadas no se ve ninguno en el río Guaviare ni a sus alrededores. Lo que hay que hacer es respetar su habitad, no tenemos por que ensuciarlo, o desordenarlo, pues es su casa, no la nuestra.
— Mejor alimentémonos para reproducirnos, pues somos muy pocos — decía preocupadamente la gansa.
— Si amor, encontrarte a ti fue muy difícil — contesta amorosamente el ganso.
Pato carretero fuera de marco, del album Orinoco, originalmente cargada por Luis Alejandro Bernal Romero, Aztlek.
Ese día también pescamos nuestro almuerzo y por ello no pude dejar de notar la belleza de los peses del río Bita, la mayoría tienen una camuflaje de rayas verticales que imita la sombra de ramas. No son simplemente funcionales, sino que hacían que los peces tuvieran una calidad estética única. Y hablando de peces bonitos, pescamos una piraña, no tiene ese camuflaje del que hablo, pero si tiene una mancha rojiza detrás de las agallas, además de sus afilados dientes. Y el sabor, puedo decir que la piraña es muy rica, fue uno de nuestros manjares al almuerzo.
Y mientras estábamos en nuestro festín de pescados asados, me acerqué a la playa con cámara en mano, cuando vi a un caracara, estaba tomando agua de los charcos que había dejado el río Bita en la orilla de la playa. Me acerqué paso a paso, hasta que de pronto.
— ¡No te acerques más! — dijo el caracara con un llamado característico y muy enfático mientras me miraba fijamente.
Elegante Caracara en las playas del río Bita, del album Orinoco, originalmente cargada por Luis Alejandro Bernal Romero, Aztlek.
Yo retrocedí unos pasos.
— ¡Muy bien! — dijo ya calmadamente y siguió tomando agua.
Al rato bajó la pareja y los dos siguieron recorriendo la playa buscando comida para sus bebés. Pues esa era su isla, yo sólo era un visitante que no debería molestar.
Después de almuerzo, y muy cerca del comedor del campamento, en la orilla del río Bita un personaje con un peinado especial se presentó.
Matín pescador en el río Bita, del album Orinoco, originalmente cargada por Luis Alejandro Bernal Romero, Aztlek.
Estaba como era de esperarse pescando, se lanzó rápidamente y atrapó un pez.
— ¡Qué bien, comida para mis bebés! — pues la mayor parte del tiempo los animales están criando a sus hijos.
Y como siempre no pude captar la rapidez de la captura, claro que esta vez no tenía esperanza de hacerlo pues estaba en la misma orilla que él y ésta era muy alta. No es la primera vez que fotografío martines pescadores, en la entrada La expedición de las aves, tengo uno de la misma especie, pero esta vez en el Chocó, al otro extremo del país. Al parecer se pueden encontrar en todo el país donde haya agua, lo cuál en Colombia es decir en TODO el país.
Y finalmente vi a los dos caracaras haciendo el amor en un árbol, pero por respeto a su intimidad no les hice foto. Mentiras, no pude hacer que ninguna quedara bien. Pero esto me confirmó que la isla era de ellos.
Pues esas fueron suficientes emociones en esa jornada y había que empezar a organizar campamento pues al día siguiente desmontaríamos campamento pues dejaríamos el exuberante río Bita.
Y en la noche, entre sueños.
— ¿Qué aprendiste, que sentiste, cómo soy, cuál es mi secreto? — decía con su voz profunda de mono aullador el río Bita.
El siguiente capítulo Orinoco 6, hacia el Orinoco
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Posted on 24 mayo, 2017
Por si te perdiste el anterior capítulo de Foto expedición Orinoco puedes leerlo en Orinoco 2, de mañana en Puerto Carreño.
Y saliendo de Puerto Carreño por fin estábamos en el río. A pesar de que Orinoco es usado por los humanos como una autopista la vida lo considera su hogar, su territorio de caza y alimentación. El puerto es la frontera de lo artificial y estar en el río es pues sumergirse en lo natural.
Desde el principio podía ver mucha fauna, particularmente muchas aves y una de las más llamativas un águila pescadora.
— ¡Admiren mi belleza!, puesto que ustedes son apenas una parte de ella — decía el río con su voz profunda de agua, viento y arena.
Aguila pescadora, del album Orinoco, originalmente cargada por Luis Alejandro Bernal Romero, Aztlek.
El águila volando sobre el río muy lentamente observando las aguas, siempre observando, cuando en un momento, y sin avisar, se descuelga a una velocidad vertiginosa hacia las aguas. Y apenas rozando el agua extiende sus garras, atrapa un pez y se aleja con el entre sus garras.
— Ya tengo la comida de mis pequeños — dice alegremente volando hacia el nido.
Está águila no demuestra, ni presume sus habilidades es simplemente lo que hace a diario, es su “ir a la oficina y obtener el sustento” lo cual es una lección de humildad más que patente.
Muchas veces vi esta acción pero no fui capaz de tomar una secuencia de fotografías, primero me era demasiado impresionante y quedaba anonadado con la cámara en el mano. Después, aún sabiendo lo que pasaría, la acción era muy rápida para poder captarla con mi poca experiencia y mi equipo de baja calidad.
— Ni con tu avanzada tecnología puedes captar lo que realmente soy — decía el río, no puedes aprehender mi esencia — escucha más, mira mucho más, hasta sentirlo desde el corazón.
Todo el recorrido me dio lecciones, algunas las pude ver, otras muchas me pasaron desapercibidas.
Y llegamos al río Bita, pero eso será para el próximo capítulo.
El siguiente capítulo Orinoco 4, el río Bita.
Posted on 23 mayo, 2017
Por si te perdiste el anterior capítulo de Foto expedición Orinoco puedes leerlo en Orinoco 1, Puerto Carreño.
Como es regla en una expedición de este tipo nos madrugamos, o eso era para nosotros que todavía teníamos el horario de la gran ciudad. Y sin embargo, la pequeña ciudad nos recuerda que todavía es parte de la naturaleza, parte del río y nos saluda mediante sus inquietas criaturas.
Un caracara nos dice volando y enfrentándose a la obras del hombre que ésta es una frontera, un límite entre lo artificial y lo natural. El caracara, un ave de la familia de los halcones, estaba parado en un techo de la ciudad.
Caracara vanidoso 1, del álbum Orinoco, originalmente cargada por Luis Alejandro Bernal Romero, Aztlek.
Cuando advirtió nuestra presencia y con una dignidad que sólo pueden tener la aves de presa y los felinos voló elegantemente.
Caracara vanidoso 2, del album Orinoco, originalmente cargada por Luis Alejandro Bernal Romero, Aztlek.
Hasta, cara a cara, toparse con una de la obras de lo “artificial”. Pero, con toda dignidad, se recuperó de su impresión inicial, usó la ventana como espejo y admiró su belleza y “charlando” con sigo mismo.
— Que bonito soy — decía insistentemente mientras se miraba aparatosa, pero dignamente en la ventana.
Lo decía con llamados que los biólogos y los observadores de aves interpretarían “erróneamente” como de un desafío ante otro miembro desconocido de su especie. A veces nos falta imaginación a los humanos.
Caracara vanidoso 3, del album Orinoco, originalmente cargada por Luis Alejandro Bernal Romero, Aztlek.
Pero la naturaleza no podía dejar sólo ese saludo, también nos tenía preparado unas escena de amor y violencia.
Esta hermosa damisela estaba tranquilamente posada en un cable de energía eléctrica.
Amor y violencia en un cable 1, del album Orinoco, originalmente cargada por Luis Alejandro Bernal Romero, Aztlek.
Cuando un galán se le acercó e intentando comenzar un baile para impresionarla.
— Con este baile va a caer rendida bajo mis alas — decía el macho muy confiadamente como creemos todos los machos.
Pero casi inmediatamente, ni había llegado a dar los dos primeros pasos, cuando apareció otro macho.
Amor y violencia en un cable 3, del album Orinoco, originalmente cargada por Luis Alejandro Bernal Romero, Aztlek.
— ¡Yo la estaba cortejando! — dijo enfáticamente el primero.
— ¡No, yo la voy a cortejar! — dijo más violentamente el segundo — y las dos hablaban de “cortejo” pues el lenguaje de las aves es muy correcto, aún en situaciones de estas.
Y como solo puede ser en estos casos se desató la violencia, pero en su sabiduría los machos comenzaron un enfrentamiento ritual, una danza coordinada de gran vistosidad.
Amor y violencia en un cable 4, del álbum Orinoco, originalmente cargada por Luis Alejandro Bernal Romero, Aztlek.
Finalmente la hembra fue la juez de esta impresionante danza guerrera en la que ninguno salió herido. No se quién gano, pues francamente los dos machos son iguales, pero lo importante aquí es lo que estas aves “sin cerebro” nos enseñaron.
Y la mañana apenas comenzaba.
Temprano en Puerto Carreño, del album Orinoco, originalmente cargada por Luis Alejandro Bernal Romero, Aztlek.
El río Orinoco adornaba con sus reflejos las canoas en el puerto.
Canoas al amanecer, del album Orinoco, originalmente cargada por Luis Alejandro Bernal Romero, Aztlek.
Las canoas esperan pacientemente a ser abordadas, formando un tapiz de formas alargadas y colores, esperando a que su pasajeros las aborden para iniciar la aventura.
Canoas en Puerto Carreño, del album Orinoco, originalmente cargada por Luis Alejandro Bernal Romero, Aztlek.
Y salimos al río Orinoco para ir hacía el río Bita que nos esperaba tranquilamente. Pero eso, es para el próximo capitulo.
Mira el siguiente capítulo Orinoco 2, de mañana en Puerto Carreño.
Posted on 4 noviembre, 2013
Cuckoo between branches, originalmente cargada por Aztlek.
Como les he estado contando en estos días he estado tomando fotografías en el Humedal de Itzatá (conocido popularmente Humedal de Córdoba). Lo último que les relaté fue sobre la ternura de las tinguas en Tinguas cariñosas. Bueno, pues después de eso ya estaba cansado de tanto hacer fotografías, la mano ya me desfallecía, por ello dejé a las amorosas tinguas y emprendí el camino de regreso.
En esas llegué al claro que llaman la estación del Jazmín (o estación tres). Este es una gran espacio abierto que da al humedal, o ha lo que queda de él en esa parte. Lo digo por que ya no hay espejo de agua, la sedimentación, ayudada por algunas plantas ha secado esa parte y ya solo queda un hilo de agua y un gran barrizal.
Pero en él hay muchos árboles que no tienen hojas. Y en uno de ello estaba otro escenario y esta vez, no esperaba el actor pues ya estaba en su papel. Era otra ave que se veía gris, al principio creía que era el mismo pibí. Pero no, el tamaño, que puede ser muy engañoso si no se tienen en cuenta las distancias, era mayor. Y el pico aunque de los mismos colores, negro par arriba y amarillo por debajo, no era recto sino curvo.
Y como buena ave tenía muy buena vista y me observaba atentamente. Estaba viendo si debería huir o no.
Pues me costó mucho trabajo identificarla, al principio creí que era alguna especie de atrapamoscas, tal vez por que venía de ver el pibí y ya saben, cuando uno conoce un martillo todos los problemas le parecen clavos. Pero el pico era curvo, nada que ver.
Después me fijé en la cola. ¡Tenía el mismo patrón de rombos de los trogones! Te muestro una foto donde se alcanza a ver.
The Yellow-billed Cuckoo, originalmente cargada por Aztlek.
Si viste mi artículo La expedición de las aves, está el trogón coliblanco.
Y si, el patrón de la cola no es exactamente igual pero hay otros miembros de la familia que presentan un patrón de rombos en la cola como nuestra ave. Pero mira, tiene el mismo anillo amarillo alrededor del ojo.
No era un atrapamoscas ¡Pero tampoco era un trogón! Busqué en la guía y no hay ninguno que se la parezca.
Estaba perdido. Así que repace toda la Guía de Campo de las Aves de Colombia. Y ahí estaba.
Era un cuco o cucú. Si, el pajarito de los relojes de pared, el que hace se supone que hace.
— ¡Cu-cú!, ¡Cu-cú!, ¡Cu-cú!, ¡Cu-cú!, ¡Cu-cú! — Cada media hora.
Pero no, esta ave hacía algo como.
— Cracrr, cracrr, cracrrr, cracrr.
Ese es su llamado (en Xeno-canto lo puedes oír para que no te estés intentando imaginarte como suenan mis onomatopeyas: Cuclillo Piquigualdo · Coccyzus americanus). Seguramente, traducido, estaba diciendo algo cómo lo que ya hemos oído en otras ocasiones.
— ¡Uno humano, ¡un humano!, ¡un humano!
Sin embargo siguió posado en su rama. De vez en cuando cambiaba, pero perecía no importarle y no volvió a hacer el llamado. Seguro decidió que yo no era “peligroso”.
Debe confesar que la principio no me gustó, pues que creí que estaba viendo a la cara de un villano.
Resulta que el cuco europeo o cuco común, el que si canta cucó, cucú, tiene unos hábitos de cría que a nosotros los humanos nos parecen muy malos. Resulta que el cuco europeo ponen sus huevos en el nido de otra ave y cuando nace el pichón este expulsa a sus hermanastros del nido. ¡Los mata! Y se queda el solo siendo alimentado por su padres adoptivos que ni siquiera saben que es lo que está pasando.
Aquí en Bogotá hay otra ave que tiene las mismas costumbres, el Chamón. Que al parecer está acabando con nuestros queridos copetones. Y por ello muchos les tienen mala voluntad, pero esa es otra historia.
Pero volviendo a nuestro cuco, resultaba que el no era el supuesto villano de los cuentos. El cuco americano cuida a sus pollos, es más, se reparten la carga entre el macho y la hembra. Tanto él como ella incuban y alimentan. Otro ejemplo de amoroso cuidado, de ternura, como les contaba en Tinguas cariñosas. Pero no solo, eso son monógamos.
Pero bueno, esto ocurre en el sur de Canadá y hasta el norte de México. Pero acá viene a veranear, de vacaciones. Tal vez por eso estaba tan despreocupado, o despreocupada. No se que era por que casi no se diferencia el macho de la hembra.
Pero cual vacacionista en la playa cuando aparece un tiburón, la sesión de fotográfica terminó. Una paloma se posó bruscamente en una rama cercana el cuco voló asustado a un aŕbol al otro lado del humedal. Mi lente ya no alcanzaba.
No se asustó con el humano mucho más grande y si con la paloma que sólo era un poco más grande.
El cuco americano es una preocupación menor en cuanto a su extinción. Pero, como he dicho en muchos otros artículos sino cuidamos los humedades, si seguimos desecándolos o contaminándolos podríamos pasar fácilmente de preocupación menor a en peligro.
Mapa conceptual
Como en muchas prepare un mapa conceptual que relaciona las principales características de esta ave. de hecho es lo que hago antes de ponerme a escribir. Si no le puede ver bien, haz clic en él y de esa forma lo puedes ver más grande.
Referencias