La expedición de las aves


Faltando cinco para las cinco de la mañana, y yo ya estaba esperando en la sala del segundo piso del hotel. A las cinco enpunto llegó Francisco con su acostumbrada pinta de guía. En la oscuridad caminamos hasta el puerto en su casa para abordar la «Cotinga Azul». Pero esta vez teníamos un nuevo guía, uno con las misma pinta de explorador y que como después pude constatar sabía también de aves.

Comenzamos la navegación en la oscuridad. Si en la expedición anterior todo era silencio aquí mucho más, sólo se oían algunos animales. Hasta que empezó el amanecer, entonces la selva se despertó. Comenzó un concierto de multitud de voces, cada una saludando al día a su peculiar manera.

Al principio sólo eran voces, pues la selva es muy oscura al amanecer y muy poco se podía ver y menos aún fotografiar. Pero la sensación es única, se siente que se está como al principio de todo, como cuando la humanidad no existía y los animales y las plantas reinaban sobre la tierra. Estos son los tipos de escenarios que me gustan, los que son naturales todavía, los que parecen no han sido tocados por el hombre.

Subíamos por el río tímidamente casi como pidiendo permiso sin atrevernos a hacer ruido, pero atentos mirando a la espesura.

A esas horas la selva produce neblina, lo que hacía más misteriosa Y fue aclarando poco a poco. Ya las condiciones de luz eran mejores, pero comenzó a llover y tocó esperar para empezar a sacar fotos.

Cuando a los lejos.

Vimos un tucán, un Pichí chocoano (Ramphastos brevis), bueno eso creía al principio, que era uno, después al editar la fotografía descubrí que eran tres. Si, es verdad, miren la foto con cuidado están a la derecha. Se les ven los picos y sus pechos amarillos. No, no es la semilla de mangle nato, están a la derecha de ella.

Al rato, una cotorra cabeciazul (Pionus menstruus).



cotorra cabeciazul (Pionus menstruus), originalmente cargada por Aztlek.

Ella nos miraba atentamente para ver si eramos peligrosos.

Inmediatamente después un pechiblanco (Cyanocorax affinis).

También nos miraba desde una más que prudente distancia. Si, estaban muy lejos, en esos casos es cuando se entiende por que los fotógrafos de naturaleza cargan con esos aparatosos teleobjetivos, el que yo tengo, un modesto 70-300 mm, no es suficiente.

Pero se pone mejor, no desesperen.

Es un Trogón, en este caso un coliblanco (Trogon chionurus). Lo vimos descansando en esa rama de la foto detrás de una maleza no tan espesa. Comencé a tomarle fotos, mientras Francisco acercaba la canoa. Y nos acercamos más y más. Yo le tomaba fotos y el Trogón ni nos determinaba, no le importábamos. Tanto que llevamos la canoa a la orilla.

— Desembarquemos — dijo Francisco comprobando si el terreno era firme.

Yo, sin dejarle terminar la frase ya estaba en tierra. El terreno era húmedo, pero no pantanoso, era firme. Me acerqué y el trogón me miraba con indiferencia mientras le tomaba fotos. Me acercaba lentamente, sin hacer movimientos bruscos y le tomaba fotos. Una vez más. Busqué un ángulo más despejado pues unas ramas me tapaban. Ya que todavía me trataba con indiferencia aproveché y ajusté la exposición, pues estaba a contraluz. Un paso más, una foto más; otro, disparo de nuevo. Finalmente voló, tal vez aburrido de estos humanos que se le acercaban sin hacer nada específico. Pero logré la foto y otras muchas otras.

Y pocos minutos más adelante.

Una Reinita cabicidorada (Protonotaria citrea). Y casi inmediatamente.



Atrapamoscas, originalmente cargada por Aztlek.

Un atrapamoscas (Empidonax sp.).

Y después y posando largamente, un Martín pescador.

Es el martín pescador grande, también llamado de collar (Megaceryle torquata). Hay que decir que en el río y en «El Valle» hay muchos de estos. Hizo de todo, hasta cantó mientras le tomaba fotos, y no les digo lo demás que hizo.



Kingfisher singing (Megaceryle torquata), originalmente cargada por Aztlek.

Y ese fue la joya de la corona, la cereza del pastel para cerrar la expedición de las aves. Muchas aves no las pude fotografiar por que o estaban muy lejos o no había condiciones de iluminación.

Y creo que si uno vuelve varias veces, cada vez verá especies diferentes de aves, el río es muy biodiverso. Claro que si, volvería otra vez y muchas veces más.

Pero esperen otras aventuras, todavía no les he contado de las ballenas y de otras cosas.

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