Este gavilán caminero lo oí antes de verlo, hacía mucho ruido y lo reconocí por que no era la primera vez que me encuentro con él: La primera vez, en el Jardín Botánico de Bogotá; el estaba muy tranquilo sobre un árbol, ¡y muy cerca mio!, pero no tenía un teleobjetivo como para que saliera bien. La segunda vez, lo encontré en la Fotoexpedición de las Lagunas, donde volaba con otro gavilán y también hacía mucho ruido, creo que estaban en celo, esa vez si tenía el 500 mm catadióptrico, pero es difícil enfocar con un ave haciendo maromas amorosas, y menos estrenando teleobjetivo, por lo que también fueron muy malas fotos.
Pero esta vez, yo ya tenía más experiencia con el catadióptrico y él estaba tranquilo en su percha. Pero tranquilo es un decir, vocalizaba mucho. Al tomarle las fotos comencé a ver que estaba un poco incómodo.
Y seguía haciendo ruido. Yo creí al principio que era nuestra presencia, dos fotógrafos y un ornitólogo que se acercaban lentamente a él. Y en un momento levantó la cresta de la incomodidad.
Y sin embargo no se iba. Y me di cuenta de que miraba insistentemente a un lado mientras hacía ruido.
Era un gavilán de otra especie.
Un juvenil de Gavilán aliancho. Pero a pesar de que estuve mucho tiempo tomándoles fotos, más de media hora, ninguno hizo nada. El Gavilán caminero hacía mucho ruido y el juvenil de aliancho, silencioso.
Uno esperaría una dramática confrontación, en donde el adulto defendiera el territorio del juvenil, y ganara por su experiencia. Pero no siempre los animales se comportan como en los documentales de naturaleza.
Que suerte, poder fotografiar un ejemplar joven y durante algún tiempo!! Es difícil poder capturar aves en plena naturaleza, si no dispones de un hide, y entre la maleza.
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